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lunes, 27 de diciembre de 2010

Escuela República de Panamá, mi nueva responsabilidad en Rotary

Dentro de las tareas de apoyo a la comunidad que desarrolla el Rotary está el "apadrinar" escuelas de escasos recursos. El Rotary de Santiago apoya a 19 escuelas de la comuna y una de ellas es -desde dos meses atras- de mi responsabilidad: La Escuela República de Panamá. Esta escuela es antigua, queda en Huérfanos cerca de Matucana y educa niños hasta 8° Básico.
Director Sr. Valenzuela y su secretaria
En mi primera visita conocí al Director y profesores, el día de celebración de la Semana del Niño.
(La Semana del Niño fue inicialmente una iniciativa rotaria que finalmente se institucionalizó en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda).
Me llamó mucho la atención la dedicación de los niños a las actividades, mas bien modestas y básicas pero que reflejaban preocupación. Números artísticos con cantos y algunos discursos, entre ellos el mío, que había preparado con esmero.
Mi discurso, que resumía la historia del Rotary y sus actividades de servicio, fue la primera víctima esa mañana: Un alumno describió con detalles lo mismo que yo pensaba decir, y debo decir, mucho mejor que lo que había preparado yo.  Por lo tanto me vi obligado a improvisar, contando algunas anécdotas personales y proponiendo algunos desafíos a los niños, que me escucharon parece que interesados.
Sin embargo, quisiera compartir con ustedes algo que me produjo un gran impacto. Esta escuela cuenta con un "aula oncológica". Un aula médica donde asisten alumnos enfermos de cáncer.
Pregunté la historia; cómo nació; a quien se le ocurrió; etc...
Años atrás, el Hospital San Juan de Dios, que está a una cuadra, le solicitó a esta escuela si podían disponer de una sala de clases para niños con cáncer, que necesitaban hacer vida normal y en el hospital no se daban condiciones para que los niños estudiaran y tuvieran amigos. Llegaron a tener veinte alumnos.
Ceremonia de premiación
Posteriormente, el hospital creó su propia sala pero la escuela siguió atendiendo niños con cáncer que vivían en el barrio, práctica que continúa hasta el día de hoy, con cuatro o cinco alumnos en tratamiento de su enfermedad.
Cuento esto porque para mi fue no solamente una sorpresa sino descubrí que hay tremendas oportunidades de servicios a la comunidad en cosas que uno no ve, no conoce o no quiere ver.
Esta escuela pierde un niño cada uno o dos años pero entrega afecto, educación y condiciones de fraternidad con sus pares a niños que tienen casi nada más que una tremenda carga de salud.
Ayudar a mejorar un poquito esa aula médica es posible y necesario.
Comentando con mi padrino rotario este tema y lo agradecidos que está ese colegio de los aportes de Rotary y el impacto positivo de pequeñas ayudas, este me dijo: "cada vez que haces esto pregúntate ¿cómo me siento ahora?
¿Cómo me sentí después?
Realmente ayudar da una gran satisfacción.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Historia de una Trasgresión Exitosa

A raíz de la cena de los 100 ex-Unisys en El Parrón envié un correo pidiendo que los que recordaran anécdotas, chascarros o historias de la época de Burroughs y Unisys, me las hicieran llegar para difundirlas.
Pues bien, como alumno destacado debo mencionar a Enrico Tosti-Croce, que hace un excelente aporte con la historia que sigue a continuación:


Enrico
"La historia que sigue la escribo nada mas que basándome en mis recuerdos, por lo que invito a los que estuvieron de alguna manera involucrados o se acuerden de algo que se me pueda haber escapado, que hagan su aporte enriqueciendo este relato.

Debe haber sido a comienzos o mediados de 1982 que Jorge Marfán (en ese momento Gerente de Ingeniería), me pidió que viera si se podía hacer algo para recuperar alguno de los 13 módulos de disco 207 (B9494-4) que habían fallado hasta la fecha. Para los que leen y que no saben lo que era eso, les cuento que el 207 era una unidad de disco fijo (en esa época había discos removibles también) de 400 MB (hoy suena ridícula esa capacidad) del porte de un refrigerador pequeño que se ponía como periférico de cualquier procesador que vendía la compañía (que en esa época se llamaba Burroughs), ya sea Large, Medium o Small System y que contenía dos módulos de 200 MB con 4 platos c/u. La razón del interés se basaba en que los contratos de mantención que teníamos con nuestros clientes incluían los repuestos que se usaran, que por lo tanto pasaban a ser de costo de la subsidiaria, y ese era un repuesto caro pues si mal no recuerdo nos costaba mas o menos US$ 7.000. Imagínense, hoy se compra un disco de cientos de GB en menos de US$ 200, pero bueno, eran otros tiempos.

Disco duro
El solo pensar en el tema era aceptar que había que trasgredir normas bien claras de la compañía, pues en cada módulo había un letrero bien clarito que decía “DO NOT OPEN” y la Gerencia decidió correr el riesgo. Pues bien, el desafío me gustó, y me puse manos a la obra.
Al comienzo trabajé en forma muy precaria en el garaje de la casa donde funcionaba el depto de Ingeniería de la Cía (en Hernando de Aguirre, mientras la Gerencia y Ventas estaba en otra casa en Gertrudis Echenique) y lo que intenté hacer fue reemplazar los platos rayados (esa era la falla que inutilizaba los discos, pues los platos se rayaban por “aterrizajes” de las cabezas), con platos no rayados de otros módulos, o sea de 2 ó 3 módulos malos, hacer 1 bueno.

Me topé con cualquier cantidad de dificultades técnicas que sería largo y aburrido contar aquí, y cada vez que lograba entender y solucionar una de ellas, aparecía otra dificultad totalmente nueva y por supuesto nada de esos raros síntomas estaba en algún manual, ni podía llamar a la planta para que me ayudaran, por razones obvias. Recuerdo que esta lucha por tener un módulo andando duró mas o menos un año y siempre conté con el apoyo de arriba para lo que necesitara. Por ejemplo cuando nos cambiamos al edificio de Los Leones me asignaron una pieza del subterráneo donde pude instalarme con mayores recursos y tener una sala “limpia” donde poder hacer el trabajo en mejores condiciones. Esa sala es la que menciona Jaime Guarda en su invitación a escribir este cuento y que jocosamente pasó a llamarse “la burbuja de Enrico” pues en su interior se armó un cubículo de vidrio con aire sumamente purificado (filtrábamos el aire que se insuflaba a ese cubículo con filtros absolutos, eso hoy me suena a parque jurásico).

El asunto es que en Marzo o Abril del ’83 por fin logré tener mi primer módulo recuperado que fue instalado en ADINF y que nunca mas falló. Ese primer éxito nos motivó a seguir adelante y cuando llevábamos 2 o 3 módulos recuperados, se lo comunicamos a los brasileños que como todas las subsidiarias de Burroughs, tenían el mismo problema que nosotros pero en mucha mas cantidad y que también habían trabajado en el tema pero con otro enfoque y sin éxito. Así fue como le enseñé el procedimiento a un técnico brasileño quien al poco tiempo ya tenía su primer módulo recuperado. En vista de esto la Gerencia se decidió contarle a la Corporación y por mi parte yo sometí mi procedimiento al programa de incentivos para empleados ESP (Employees Suggestion Program), que premiaba con dinero (y no poco) cualquier idea que resultara en un ahorro para la Cía, con el cual posteriormente no pasó nada, pues era para empleados que no tuvieran la calidad de gerentes y mi cargo llevaba esa palabra.

La fábrica de estos discos ubicada en Winnipeg, Canadá, informó que lo que yo había logrado debía ser producto de la casualidad y que no podían aceptarse unidades reparadas localmente en ningún cliente, pero me invitaban a que les mandara mi procedimiento (escrito en inglés obviamente) para estudiarlo.
Yo ni siquiera lo tenía escrito en español, pero hice lo que me pidieron y se los mandé. Al poco tiempo me invitaron a ir a la planta de Winnipeg para mostrarles en terreno mi procedimiento y recuerdo que me designaron un ingeniero egipcio para que estuviera a mi lado todo el tiempo y tomara nota de todo lo que hacía. Me pasaron 2 módulos rayados y otros más de donde poder sacar platos sanos y me pidieron que los reparara. Reparé uno primero que pasó todas las pruebas y luego otro que igualmente funcionó perfecto. No lo podían creer !!, recuerdo que tuve reuniones con ingenieros de la planta de alto nivel quienes al escuchar mi cuento, ver que respondí todas las preguntas que me hicieron, ver los resultados de los módulos recuperados allá, lo que el egipcio les contó y lo que los brasileños les informaban por teléfono, se convencieron que mi procedimiento era coherente. Me felicitaron por mi logro y por el profundo conocimiento que yo había alcanzado de esa unidad y me invitaron a ir a Japón a enseñarle el procedimiento a los japoneses.
En Julio 1984 fui por 2 semanas a Tokio, a cumplir con ese encargo, pero ese es otro cuento (lo que sí puedo decir, es que fué una de las mayores satisfacciones profesionales que he tenido en mi vida).

Posteriormente, los brasileños le aportaron una mejora importante al procedimiento y yo les mejoré eso también (nos cooperábamos en todo), lo que aceleró muchísimo la reparación de los discos. El impacto que tuvo la implementación de mi procedimiento, fue que después de haber reparado el primer módulo, la subsidiaria chilena no solo no tuvo que importar nunca mas un repuesto de esos, sino que además ofreció el servicio de recuperación de discos a las subsidiarias latinoamericanas convirtiendo un costo, en un beneficio pues me parece recordar que cobrábamos US$ 2000 por cada módulo recuperado, y así fue como reparé módulos para Perú, Ecuador, Colombia, Argentina, República Dominicana, Panamá y otros que no me acuerdo.

En algún momento también dicté un seminario de reparación en Buenos Aires y mi procedimiento se implementó en algunos países como México y Argentina.

Viejo logo de Burroughs
En 1985 Burroughs me otorgó el diploma de “Achievement Award for Professional Excellence” en sus tres niveles (local, de grupo y corporativo) firmado por el CEO de la época Mr. W. Michael Blumenthal, que incluía un premio en dinero (no mucho) que me fue entregado por el Presidente de la Corporación Mr. Paul Stern en Maui, Hawai en Abril de 1986 donde fui invitado con mi esposa. Ese fue otro momento muy gratificante. En esa reunión que era principalmente para premiar a los vendedores de todo el mundo que habían logrado su cuota (unos 400), habíamos 11 personas que estábamos para recibir premios por otros motivos.

Espero que les haya gustado mi cuento".

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cena de ex-UNISYS en El Parrón: éxito total

El pasado viernes vivimos una experiencia maravillosa, casi surrealista.
Un centenar de ex empleados de Burroughs/Unisys Corporation nos reunimos en un acto tremendamente emotivo, potente y de gran cordialidad.
Los viejos rostros, similares al recuerdo, con más canas y arrugas, tambien con menos pelos y dientes.
La llegada de los personajes, muchos de ellos tan queridos, despertaba atracción y creaba un ambiente de calor humano, fraternidad y alegría que no se puede explicar ni llevar a un  texto con facilidad.
Cada ingreso era una pequeña fiesta de reencuentro.
Algunos entraban con cara de perdidos pero al comenzar a distinguir los rostros de otros amigos de antaño, se generaba una explosión de cariño y renacer de amistades, muchas ya casi olvidadas.

la mesa de Pancho Bernales  (haz clic en la imagen)
Muchos de los asistentes no se conocían entre si. Habían trabajado en la compañía en épocas diferentes. Sin embargo, el sentimiento de camaradería, buenos recuerdos, trabajo en equipo, unido a la calidad de las personas y su potente compromiso, hizo que todos coincidieran en que habíamos trabajado en una empresa de excepción, con gente de excepción, dando todos lo mejor de sí y habiendo sido retribuidos no solamente en lo económico sino tambien en algo que quizás sea más importante: la libertad de hacer y hacerlo bien para desarrollar las áreas y proyectos con gran autonomía y con el respaldo siempre de las jefaturas, que coincidieron en diferentes tiempos en apoyar nuestro entusiasmo y las ideas y negocios que queríamos impulsar.
Yo pasé veinte años de mi vida en Unisys; desde 1981 a 2001. Formé o manejé siete áreas comerciales: desde los modestos suministros hasta proyectos complejos de integración de sistemas, con equipos humanos de tremenda calidad, tanto técnica como comercial.

la mesa de Bernd Clauss
No ha habido en mi vida una experiencia que sobrepase lo que viví en Unisys y por eso cuento de este encuentro del viernes, donde se pudo resumir en tres horas, lo vivido en muchos años.

También pudimos recordar a los que ya no están, especialmente mencionó Pancho Bernales a nuestro querido amigo Sergio Castillo y a la admirable Soledad Amenabar, mujer encantadora, especialmente cariñosa con todos y de gran valor profesional, contribuyendo fuertemente a los éxitos que tuvimos por muchos años. Los recordaremos siempre con afecto.

Tuvimos unos discursos improvisados: Francisco Bernales, que fue nuestro Gerente General por muchos años y que dió la dirección estratégica que posicionó  a Unisys como uno de los grandes del mercado en esos años. Bernd Clauss, ejemplo de corrección, con su clásica simpatía, que ocupó cargos en las áreas comerciales y en logística, además de ser Gerente General de Unisys Perú, en una época muy dura. Rodrigo Codorniu, que trabajó conmigo varios años, logrando modernizar nuestro portafolios de soluciones, siempre inquieto por descubrir cosas nuevas y que fue el que inició este ejercicio de "afectos", invitando a una cena de camaradería similar a las de otros años pero que esta vez -por razones que no se precisar con exactitud- generó una masiva participación de amigos, nunca imaginada. Fantástico Rodrigo: lo hiciste bien.
No se si podremos repetir algo de esta magnitud. Sin duda lo intentaremos y ojalá lo logremos, pero aunque no se repita nada opacará el brillante momento que vivimos.
Finalmente puedo terminar diciendo que todavía lo estoy pasando bien.

mi mesa