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lunes, 10 de enero de 2011

Retorno a Olmué

Durante muchos años pasé las vacaciones de invierno y verano en Olmué.
Mientras mis hijos eran pequeños, como hasta los 12 años de la menor, gustaban de ir siempre. Piscina, cabalgatas, Patagual, lotería con tarros de duraznos de premio, asados y gratos momentos que se compartían con amigos y parientes.
Cuando la adolescencia imperó en la familia, cada vez se usaba menos la casa de Olmué y decidimos vender. A esto se sumó cierto problema de seguridad, que me ayudó a tomar la decisión. Hace ya un tiempo, ocho años, vendimos y no veraneamos nunca más en ese lugar. Sin embargo seguíamos yendo a comprar verduras y frutas y también a la Quinta Elisa, con su estupendo jamón, quesos frescos y buenos chorizos y prietas.
En uno de esos viajes -al que yo había agregado la misión de visitar unos terrenos que se remataban- pasamos a comprar frutas y en la pared del quiosco había un letrero: SE VENDE CASA SOLIDA EN CALLE JUAN XXIII.
Había un teléfono celular al que llamé y conversé y me puse de acuerdo con el vendedor, que se llama David.
Cuando conocí personalmente a David, me impresionó gratamente.
nuestra casa
David había construído tres casas en un terreno, en condominio (cuando yo era chico les llamábamos pasaje), ya había vendido las dos primeras y le quedaba la última.
¿Por qué me impresionó David?
El viene de una familia de hermanos, cinco o seis, no recuerdo bien, que crecieron en la calle, fueron abandonados por su padre, nunca terminaron más de educación básica y ninguno cayó en la delincuencia, en drogas o vagancia.
¿Qué tiene de diferente David de otras personas?
Trabaja duro, se levanta temprano y aprovecha sus conocimientos de construcción para construir estas casas, con un método muy sencillo: compra un terreno digamos de 3 mil ó 5 mil metros, lo subdivide, construye una primera casa y cuando la vende, avanza con las otras dos, quedándole de la última una cierta utilidad, que el utiliza para comprar otro terreno y repetir la operación. Ya va en la tercera derivada.
Sin embargo hay otra cosa que David tiene: es una buena persona.
Su familia se esfuerza por salir adelante, con su señora que es un motor y él, que es capaz de trabajar de sol a sombra, todos los días, hasta terminar lo que comenzó y cumplir con sus clientes.
La Campana vista desde la casa
Conclusión: No pude negarme a comprar. Ya estaba enamorado de Olmué; no es que ahora esté enamorado de David pero su espíritu y personalidad hizo una impresión francamente positiva que nos hizo muy fácil tomar la decisión.
No soy yo solamente el que tiene esta opinión. Mis hijas que lo conocieron opinan lo mismo y la mujer que quiero tambien.

Mira este link si quieres conocer la oferta turística de Olmué.

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