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lunes, 28 de diciembre de 2009

Confesión Navideña

Producto de un acuerdo, mis hijos pasarían esta Navidad con su madre, mi ex posa, ya que el año anterior la pasaron conmigo.

Entonces mis alternativas eran dos: participar en la cena de mi actual pareja y sus hijos o bien acompañar a mi madre, que estaría esa noche en casa de una de mis hermanas. La opción madre era no sólo prudente y aconsejable sino tambien atractiva para mi. Lo paso bien con mi madre y tambien con mis tías paternas, hermanas y sobrinos.

Debo confesar que en mi familia son de una tremenda religiosidad, que yo no comparto y la Navidad es una reunión de rezos, cantos y poca farándula.

Parte la cosa con una modesta pero rica cena de pavo con ensaladas varias (apio con palta me encanta) y papas duquesa. Yo me rajé con el vino y aporté un Gran Reserva Tarapacá 2006 que estaba bien bueno.

Antes de la medianoche se plantea la necesidad de un relator de un trozo bíblico, ya que mi sobrina Magdalena –la lectora tradicional- estaba recien operada de la cara y no podía hablar.

En un rapto de coraje e ironía me autopropuse como lector del pasaje bíblico, aclarando que el hecho de leer la Biblia no significaba ningun compromiso con la religión sino con la lectura.

Obviamente esto tuvo inmediatas repercusiones familiares y comentarios simpáticos y hasta unas tallas.

Siempre que yo converso de religión con mi familia debo explicarles que yo no soy creyente como ellos pero todos parecen coincidir (entre ellos, no conmigo) en una frase que se puede resumir como: “Ay Jaime, si todos saben que tú dices esas tonteras siempre pero lo haces por fregar”.

No he podido lograr sin entrar a una discusión, que me crean. Y ahora, despues de dar lectura a un emblemático trozo bíblico, menos me creen mi ateísmo. Por mas que les digo que la Virgen María era un pobladora gordita y que Jesús tenía hermanos, que les corrían los mocos, no hay caso.

Para lograr llamar algo la atención despues de la lectura y poner un poco de relajo, tras los cánticos casi innumerables de mi sobrino Ignacio (que canta muy bien y tiene un grupo musical que toca y canta en matrimonios y otros eventos), tomé la palabra y propuse que era ya el momento de abrir regalos, que se estaba desvirtuando el verdadero rol de la Navidad con tanta religión y cantitos. Que yo quería ver mi regalo (hacemos un solo regalo de amigo secreto), que era una intolerancia darle un carácter de religiosidad tan profunda a un acto que era mucho mas comercial (ver artículo del Padre Berríos, de cómo se metió el Viejo Pascuero a la fiesta).

Obviamente el comentario de mis tías y hermanas fue: ya salió Jaime con su ironía. Lo dice para molestar. El realmente no cree eso, etc…

Solamente mi madre me miró como entendiendo algo, no de su gusto probablemente y me dejó o me hizo creer que yo tenía espacio para opinar, aun en oposición a sus creencias.

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